Llevar a cabo un programa de actividad física, combinando técnicas de autorregulación y pulseras inteligentes, mejora la calidad de vida de pacientes sobrevivientes de cáncer
El estudio llevado a cabo por un grupo multidisciplinar ha permitido elaborar un protocolo de actuación que incrementa la actividad física y reduce los comportamientos sedentarios en sobrevivientes de cáncer colorrectal y ginecológico
18/06/2018. Las personas que han sobrevivido a cánceres colorrectal y ginecológico tienen un mayor riesgo de desarrollar otras patologías, entre ellas enfermedades cardiovasculares (CVD), debidas entre otros motivos a la inactividad física, pues pocos sobrevivientes de cáncer siguen las recomendaciones de la guía de actividad física, por lo que es fundamental llevar acabo intervenciones que incorporen técnicas comportamentales como el establecimiento de metas, terapias y feedback que aumentan la actividad física y mejoran la calidad de vida en general.
Es importante que esas intervenciones sean planificadas por profesionales de distintas ramas como médicos, enfermeros, fisioterapeutas y profesionales de la actividad física y deportiva, por ello se ha llevado a cabo un proyecto conjunto entre la Facultad de Psicología de la Universidad de Curtin (Australia), la Facultad de Medicina de la Universidad del Oeste de Australia, el Instituto de Investigación para la Salud, de la Universidad de Notre Dame (Fremantle, Australia) y la Facultad de Ciencias del Deporte de la UEx, cuyo objetivo fundamental tal y como nos explica Ruth Jiménez Castuera, profesora en dicha facultad y autora de este estudio “es determinar si la intervención práctica, empleando estrategias motivacionales y programas de intervención en actividad física, a través del Enfoque del Proceso de Acción en Salud (EPAS), es eficaz para incrementar la práctica de actividad física y reducir el comportamiento sedentario en sobrevivientes de cáncer ginecológico y colorrectal con riesgo cardiovascular”, además nos añade la investigadora a este objetivo sumamos uno secundario, “medir la aceptabilidad de esta intervención que podría incorporarse en la rutina de post-tratamiento de los sobrevivientes”.
Para llevar a cabo el estudio se trabajó con dos grupos elegidos de manera aleatoria, cuyos participantes son sobrevivientes de cáncer, del estadio 1 y 2 de cáncer colorrectal y ginecológico, de edades entre los 18 y 80 años, que habían terminado el tratamiento (intervención, quimioterapia y/o radioterapia) en los 5 años anteriores, y que completaron al menos 150 minutos de Actividad Física Moderada-Vigorosa (MVPA) por semana. A ello, hay que añadir que los pacientes presentaban una morbilidad asociada resultante del incremento de riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares.
Tal y como nos explica la profesora de la UEx “se trabajó con un total de 68 pacientes divididos en dos grupos, uno de intervención y otro control. Los participantes del grupo de intervención recibieron una pulsera electrónica (Fitbit) con el objetivo de monitorizar la actividad física, sesiones grupales y aplicación de un folleto (desarrollo del EPAS), así como la posibilidad de tener información y apoyo a través de llamadas telefónicas. Sin embargo, los participantes del grupo control únicamente recibieron un folleto basado en EPAS. Dicho folleto, idéntico para el grupo experimental y control, engloba una guía de actividad física, beneficios de realizar actividad física regular, pautas para fomentar la autoconfianza, plan de acción y plan de afrontamiento entre otros aspectos a desarrollar por los participantes”. Una vez que los participantes comenzaron con la actividad planificada los investigadores evaluaron a las 12 y a las 24 semanas diferentes variables, tales como la práctica de actividad física, la calidad de vida, la presión arterial, el Índice de Masa Corporal y los constructos EPAS.
Para los investigadores del grupo, los resultados que se obtendrán a través del pack de intervención (apoyo comportamental y Fitbit) determinarán si el programa augura un aumento de los niveles de práctica de actividad física, así como una mejora en la salud de los sobrevivientes de cáncer, comparado con la atención convencional. A ello, hay que añadir como otro aspecto positivo y a tener en cuenta, el bajo coste de la intervención, así como su viabilidad para integrarse en la práctica médica y ser realizada por los médicos oncólogos/enfermeras y otros profesionales.
El trabajo que continúan en la actualidad está financiado por el Fondo de Investigación Tonkinson de Cáncer Colorrectal.